miércoles, 20 de agosto de 2008

10/08/08 Dia 11: Praga - Budapest


Último día en Praga y Corder y yo decidimos aprovechar la mañana y bajamos a la ciudad a ver si encontrábamos algo decente para regalar. Después de comprar cuatro cochinadas en un chino (lo único abierto porque era domingo), fuimos curioseando por varias tiendas hasta acabar en el Puente de Carlos, donde, ya hartos de andar y no encontrar nada, decidimos volver pasando por las inevitables escaleras infernales (diosss que dolor de cuestas).

De nuevo en el albergue, nos encontramos a David charlando con la pareja con la que compartíamos habitación. Aparte de tener que mediar en su nombre en cierto asunto de pérdida de maletas con un checo que seguramente sacaba peores notas que yo en inglés... aun estuvimos un rato hablando con ellos.

Ya cerca de la hora de comer allí, es decir a las 12 y pico, salimos hacia la estación parando por el camino a por algo de comida. Intentamos parar a comer en un parque, pero al igual que en Berlín, había que pelear a muerte por ello con una legión de avispas. Entre volver España en ambulancia y jodernos e intentarlo de nuevo más tarde (por ejemplo en una cámara estanca), elegimos la segunda y fuimos a la estación a esperar nuestro tren.

Después de algún que otro enfado con la familia con el que mis "queridos amigos" se entretuvieron un buen rato a mi costa, y de casi perder el tren por culpa de la incapacidad del 90% de los checos por hablar en inglés y mucho menos por tener buzones visibles (era mi segundo y último intento de enviar las nuevas postales, ya que las de Amsterdam las perdí antes de enviarlas), cogimos el tren más lleno de gente de todo el viaje en la estación más cutre de todas. Nos tocó pasillo, pero de verdad e?? no como en el cine. Nos apalancamos como pudimos ocupando el mayor espacio vital posible, lo que chocaba con la estúpida tendencia de la gente que como nosotros no tenía asiento, y que a través de algún absurdo, hipnótico, irresistible y misterioso razonamiento, creía poder encontrar un sitio con su nombre, una almohada, bebida fría y un@ porno-chach@ que les abanicase. La cosa es que sobre todo David, acabó poniéndose borde con alguno de ellos (españoles para mas inri). Por suerte, las últimas dos horas del viaje las hicimos sentados gracias a un amable revisor.


Y por fin, algo así como unas 6 o 7 horas después llegamos a Budapest, ciudad en la que no teníamos seguro el alojamiento. Nada más salir de la estación, un simpático tría de solteras cincuentonas (no hay sentido despectivo e?? que no todo es criticar y protestar, es solo una inocente descripción) nos regaló un mapa con el que no nos costó encontrar el "Marco Polo".
Una vez allí nos tiraron para atrás la reserva (que no habíamos confirmado telefónicamente), pero nos reservaron habitación en una residencia de estudiantes, que además de ser más barata, estaba mucho mejor.

Paramos a cenar por el camino, y lo único que encontramos abierto a las 11 y algo fue un mcdonalds, triste, lo sé, pero había hambre y sed acumuladas desde la 1 del mediodía. Para nuestra sorpresa el recepcionista hablaba español, así que ese trámite no nos costó mucho, cosa que no puedo decir del primate de seguridad, que se tomó sus buenos 10 minutos por cada DNI, para meter los datos en la tarjeta de la habitación. Imaginaos nuestras ganas de matar a las 12:30 de la noche, mientras esperábamos de pie a poder irnos a dormir. Al menos la habitación compensaba.

Estábamos tan cansados que pasamos de la ducha hasta el día siguiente y creo que no tardamos ni 5 minutos en dormirnos.

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